III°
CONGRESO CATEQUISTICO NACIONAL
ARGENTINA
MAYO 2012
TERCERA CONFERENCIA
Sumario: 1. Razones de
conveniencia para una Catequesis de Iniciación Cristiana catecumenal: a)
retornar a los orígenes – b) catequesis de toda la comunidad – c) catequesis
centrada en la Palabra de Dios y en la Liturgia – d) catequesis que trata de
responder al sentido de la vida – e) catequesis que exige permanencia y tensión
misionera; 2. Conclusión
1. Razones de
conveniencia para una Catequesis de Iniciación Cristiana catecumenal
La
elección decidida de una catequesis de Iniciación Cristiana y de Formación
catequística permanente de talante misionero tiene, entre otras, las siguientes
ventajas:
A) Retornar a los primeros pasos de la catequesis, a la fuente de la
catequesis, que fue la catequesis catecumenal con toda la riqueza doctrinal, de
experiencia y de frutos que esta practica tuvo en los primeros siglos de la
Iglesia. Se puede decir que, en esos primeros siglos, no sólo se catequizó muy
bien, sino también se estructuró la Iglesia para que fuera una “Iglesia catequista”.
B) Una catequesis catecumenal de Iniciación Cristiana tiene la gran
ventaja de que exige un esfuerzo pastoral a fin que toda la comunidad cristiana
sea y se haga responsable verdaderamente de la generación a la fe de nuevos
hijos de Dios.
La
acción e iniciativa e siempre de Dios a través de la comunidad cristiana:
“La
originalidad de la iniciación cristiana es la acción e iniciativa de Dios,
mediante la ministerialidad de la Iglesia” (Lineamentos y orientaciones, n. 19)
Ello
nos lleva a una mirada nueva sobre lo que es “ser comunidad cristiana”. «No se
trata de una mera comunidad social, sino de una comunidad enraizada en Cristo
Resucitado» (SENAC, 51)
Ella
es fuente, lugar y meta de esta catequesis de Iniciación Cristiana de talante
misionero. Comunidad testigo,
comunidad que es memoria y profecía,
que es Iglesia esponsal y samaritana,
que descubre nuevas fronteras, sale al encuentro de toda experiencia humana y
hacia ellas tiende su acción pastoral. Es abierta y acogedora porque la Iglesia
hoy tiene urgente necesidad de dar prioridad al diálogo y al testimonio para
acercarse a la gran cantidad de bautizados no convertidos y a los no cristianos
que van en aumento en el actual contexto socio cultural.
Los
catequistas, que se han iniciado en la fe de esa comunidad y allí han madurado
sus opciones, se hacen testigos de esa misma fe. Ellos son la voz y el gesto de
la fe de la comunidad.
En
ellos – y deben ser muy conscientes de esto – se ha delegado la misión del
anuncio. Pero la verdadera “catequista” es la comunidad misma. La Iglesia toda
posee la función profética y la ha delegado en algunas personas que han sido
especialmente llamadas a anunciar la Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios y
hermano nuestro.
Toda
delegación supone una simple entrega de la tarea en si misma, pero nunca es una
entrega de la responsabilidad
contenida en esa tarea. Si la comunidad eclesial se despreocupara de su función
profética, se desnaturalizaría. No sería quien está llamada a ser. La catequesis
de Iniciación Cristiana no es, por tanto, un ámbito cerrado y reservado a unos
pocos “especialistas” del anuncio
(cf. SENAC, 74)
Quizás
todo ello se nos presenta utópico y surge inevitable la pregunta: ¿cuáles son y
donde están aquellas comunidades cristianas en la cuales se vive hoy la fe con
esta profundidad? Quizás sea verdad que este tipo de catequesis es más
apropiada a comunidades pequeñas, de talla humana (SENAC, 55).
En
todo caso, allí donde cada una y cada uno está, en aquella determinada parroquia,
grupo, asociación, movimiento, allí esta llamada, llamado, a trabajar en esta
dirección.
Debemos
en esto ser verdaderamente humildes y la humildad nos lleva al realismo de
aprovechar todas las oportunidades de evangelización que el Espíritu Santo nos
pone continuamente delante aunque sean esporádicas. Ahí esta el pasaje
paradigmático de los Hechos de los
Apóstoles del diácono Felipe con el etiópico, funcionario de Candace, reina
de los etíopes (Hch 8, 26-40).
En
este sentido, la “catequesis que viene”
va a ser más ocasional e incluso cuando se encaren procesos catequéticos
tendrán que atender a la personalización y diversificación de los itinerarios.
Esta es una cuestión cuya resolución resulta un verdadero desafío (cf. SENAC,
69).
C) Otra ventaja fundamental es que la catequesis de Iniciación Cristiana
está centrada en la Palabra de Dios y en la Liturgia.
Paradigma
de esta catequesis es el encuentro de Jesús con los dos discípulos de Emaús. El
relato lucano (cf Lc 24, 13-35)
describe el camino hecho por aquellos dos discípulos junto a Jesús y la
conversación en la búsqueda común del sentido de los acontecimientos sucedidos
en Jerusalén como un proceso en el cual
la oscuridad de las almas se va haciendo luz, poco a poco, gracias a la
compañía del Resucitado (v. 15). Se hace evidente, durante el camino, que
Moisés y los Profetas, que “todas las
Escrituras”, habían anunciado los acontecimientos terribles de aquella
pasión y muerte (v. 26 s): lo absurdo se revela ahora lleno de significado. En
aquel acontecimiento, aparentemente sin ningún sentido, se ha en realidad
revelado el verdadero sentido del caminar humano; y este sentido nos ha traído
la victoria sobre la potencia de la destrucción y del mal (cf J. Ratzinger –
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, II,
pp. 227-228).
Un
acontecimiento, que, humanamente, no se podía preveer ni entender para e Mesías
viene iluminado por la luz potente de las “Escrituras”.
Los dos discípulos experimentan una sorprendente correspondencia entre el
reproche, lleno de dulzura, de Jesús y lo que sienten de verdad en sus
corazones: «no estaba ardiendo nuestro
corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?» (v. 32).
El
episodio de Emaús previene el peligro, siempre actual, de una reducción intelectualística
en la interpretación de la Escritura. La catequesis de Iniciación Cristiana no
puede caer en este reduccionismo. La catequesis de Iniciación lee y medita la
Escritura en clave de relación personal (y comunitaria) con Él.
Una
cristología “desde abajo”, que
rechaza todo los que es sobrenatural porque va más allá de la razón, buscando
afanosamente y, diría, obsesivamente, el “Cristo
histórico” come contrapuesto al “Cristo
de la fe” (cf. J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, prólogo, p. 9), no es la lectura de la Escritura
que la catequesis de Iniciación Cristiana debe seguir.
«Conjugando las dos hermenéuticas – dice
Benedicto XVI, porque no se trata de desconocer los auténticos logros de la
exégesis crítico-histórica – he tratado
de desarrollar una mirada al Jesús de los Evangelios, un escucharle a Él que
pudiera convertirse en un encuentro; pero también, en la escucha en comunión
con los discípulos de Jesús de todos los tiempos, llegar a la certeza de la
figura realmente histórica de Jesús» (ib., p. 9).
Es
el gesto “sacramental” de partir el
pan – es la vida sacramental de la Iglesia de todos los tiempos – la que abre
los ojos de los discípulos para que puedan reconocerle. Hoy como ayer, la
catequesis, la transmisión de la fe debe hacerse mediante «palabra y gesto intrínsecamente unidos», mediante Palabra de Dios
y Sacramentos o Liturgia.
Por
ello, la catequesis esta ligada profundamente “a toda la acción litúrgica y
sacramental, puesto que es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía,
que Cristo Jesús actúa en plenitud para la transformación de los hombres” (CT,
23; CCC, 1074).
Esta
catequesis litúrgica, en definitiva, introduce en el Misterio de Cristo (es
“mistagógica”), procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo
significado, de los “sacramentos” a los “misterios” (ib., 1075).
D) La catequesis de Iniciación Cristiana “provoca la pregunta existencial
por el Sentido de la vida. ¿Qué aporta a nuestra vida y a nuestra muerte el
hecho de ser cristianos?” (SENAC, 75)
En
este sentido, la catequesis es un momento fundamental de la evangelización. «Hoy la sociedad se nos manifiesta como un
conjunto de propuestas que desorientan, puesto que todas parecen tener el mismo
valor. La persona humana queda expuesta a un amplísimo escenario de libertad en
la que todas las opciones parecen válidas. De este modo, el hombre y la mujer
de hoy parecen “extranjeros” y turbados en un mundo que se torna cada vez más
confuso. Caminan en busca de la mejor opción, per no son “peregrinos”, sino simples
“caminantes”, que no saben donde van ni a quien seguir» (ib.).
La
catequesis, por tanto, hoy más que nunca ha de buscar dar respuestas válidas a
esta situación de confusión intelectual, cultural y humana. En la cultura del “sin - sentido” ha de ser mediación,
camino y experiencia para el Sentido (con mayúscula). La catequesis es un
camino de crecimiento y maduración de la fe en un contexto comunitario
eclesial, que da sentido a la vida
(ibid.; JEP, n. 50).
Es
la respuesta a la pregunta fundamental: ¿qué es el hombre? ¿qué hace aquí?
¿para que está en este mundo? ¿hacia donde camina? y la subsecuente pregunta:
¿Qué cosa ha traído Jesús a este hombre que se pregunta por el sentido de su
existencia?
Si
no ha traído bienestar físico, si no ha traído poder económico o político, si
no ha traído directamente una condición social más justa para todos, ¿qué ha
traído? «La respuesta es simple: Dios. Ha
traído a Dios. Aquel Dios cuyo rostro se manifestó por medio de Abraham y luego
por medio de Moisés y los Profetas… ahora nosotros conocemos el camino que,
como hombres, debemos emprender en este mundo… sólo la dureza de nuestro
corazón nos hace pensar que sea poco…» (J. Ratzinger – Benedicto VI, Jesús de Nazaret I, p. 67, comentando el
pasaje de las tentaciones).
En
este sentido, notemos la interesantísima articulación del Catecismo de la Iglesia Católica. Las cuatro partes se articulan
como un gran retablo con cuatro calles que iluminan el sentido del encuentro
entre Dios y el hombre.
Todo
el Catecismo esta impregnado de la vocación del hombre a la plena felicidad (el
hombre es capaz de Dios, tiene profundo deseo de Dios, nn. 27 y ss.). Para
venir a su encuentro, al encuentro de este hombre que busca la auténtica
felicidad, el Catecismo en la primera y segunda parte presenta a Dios que
revelándose libremente viene al encuentro del hombre deseoso de verdad, de bien
y de felicidad (nn. 50 y ss.). La tercera y la cuarta parte son introducidas
por una citación de Sal León Magno, que evoca a vocación del hombre, creado a imagen
de Dios, llamado a participar de la naturaleza divina y, por tanto, llamado a
alcanzar su plenitud (n. 1691).
E) Es una catequesis que exige la permanencia y la tensión apostólica. El
Directorio General para la Catequesis
(n. 63 y ss.) presenta, en sucesión, la catequesis de Iniciación Cristiana y,
después, el cultivo permanente de la fe, sin olvidar la responsabilidad que
tienen aquí las familias y las escuelas católicas: «Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un
camino y una iniciación que consta de varias etapas» (CCC, n. 1229).
Los
prenotanda del «Ordo initiationis
cristianae adultorum» merecen ser estudiados atentamente porque ofrecen
observaciones catequéticas y pastorales del máximo interés. Se afirma, a
propósito del proceso de Catequesis Catecumenal, que conviene poner por obra «una catequesis apropiada, progresiva e
integral (…) en relación estrecha con el año litúrgico y sostenida por
celebraciones de la Palabra. No solo conduce los catecúmenos a un buen
conocimiento de los dogmas y de los mandamientos, sino a un descubrimiento
personal del Misterio de la salvación» (n. 99).
2. Conclusión
Los
Lineamenta del próximo Sínodo de los
Obispos afrontan expresamente este tema en el numero 18, llegando a afirmar:
“Del modo en el cual la Iglesia en Occidente sabrá gestionar esta revisión de
sus practicas bautismales dependerá el rostro futuro del cristianismo en su
mundo y la capacidad de la fe cristiana de hablar a su cultura”. El próximo
Sínodo deberá estudiar este tema con todas sus implicaciones.
También
los Lineamentos y Orientaciones para la renovación de la catequesis de
iniciación cristiana de la CEA expresa la misma convicción (cf n. 1).
Hay
razones, por tanto, para plantearse seriamente una actividad catequética permanente,
continua, en la vida de los fieles, que podríamos denominar “Educación Permanente de la Fe” o “Catequesis Permanente”, a condición que
no se relativice el carácter prioritario, fundante, estructurante y específico
de la Catequesis en cuanto iniciación básica. Los Obispos en Aparecida optan
por la expresión “Catequesis Permanente”
refiriéndose a itinerarios catequísticos permanentes, que se extienden desde la
infancia hasta la ancianidad (SENAC, 44).
«Al respecto, el Directorio General para la
Catequesis afirma: “la fe es un don destinado a crecer en el corazón de los
creyentes. La adhesión a Jesucristo, en efecto, da origen a un proceso de
conversión permanente que dura toda la vida. Quien accede a la fe es como un
niño recién nacido que, poco a poco, crecerá y se convertirá en un ser adulto,
que tiende al ‘estado de hombre perfecto’, a la madurez de la plenitud de
Cristo» (n. 56).
Disponemos
de un medio extraordinario para afrontar esta formación permanente en la fe – o
como queramos llamarla – que es el Catecismo
de la Iglesia Católica y los Catecismos nacionales o diocesanos que a él se
inspiren. Se trata de descubrir o redescubrir los contenidos de la fe «profesada, celebrada, vivida y rezada»
(Benedicto XVI, Porta fidei, 9).
Concluyamos
pidiendo al Señor de la historia que el inminente Año de la Fe y la celebración
del Sínodo para la Nueva Evangelización puedan producir los frutos esperados y
duraderos.
La
primera evangelización comenzó el día de Pentecostés, cuando los Apóstoles,
reunidos todos juntos, en el mismo lugar, en oración con la Madre de Jesús,
recibieron la fuerza del Espíritu Santo, presente hoy como entonces en la
Iglesia. Aquella que, según las palabras del Arcángel, es la “llena de gracia”, se encuentra así en
la vía de la predicación apostólica y en todos los caminos en los cuales los
sucesores de los Apóstoles se han movido para anunciar el Evangelio de su Hijo.
Pidamos a Aquella, que es invocada como Estrella de la Nueva Evangelización,
que prepare los caminos de la nueva evangelización.