MENSAJE A LOS SACERDOTES
Cuaresma 2011
S. Em. R. el Cardenal
Mauro Piacenza
Prefecto de la
Congregación para el Clero
Queridos hermanos en el Sacerdocio,
El tiempo
de gracia, que se nos ofrece para vivirlo juntos, nos llama a una conversión renovada,
así como siempre nuevo es el Regalo del Sacerdocio ministerial, a través del
cual, el Señor Jesús se hace presente en nuestras vidas y, por medio de ellas,
en la vida de todos los hombres.
Conversión,
para nosotros Sacerdotes, significa sobre todo conformar cada vez más nuestra
vida a la predicación, que cotidianamente podemos ofrecer a nuestros fieles, si
de tal modo nos transformamos en “fragmentos” del Evangelio viviente, que todos
puedan leer y acoger.
Fundamento
de una tal actitud es, sin duda, la conversión a la propia identidad: ¡debemos
convertirnos en aquello que somos! La identidad, recibida sacramentalmente y
acogida por nuestra humanidad herida, nos pide la progresiva conformación de
nuestro corazón, de nuestra mente, de nuestras actitudes, de todo cuanto somos
a la imagen de Cristo Buen Pastor, que ha sido impresa sacramentalmente en
nosotros.
Tenemos
que entrar en los Misterios que celebramos, especialmente en la Santísima
Eucaristía, y dejarnos plasmar por ellos; ¡Es en la Eucaristía que el Sacerdote
redescubre la propia identidad! Es en la celebración de los Divinos Misterios donde
se puede descubrir el “como” ser pastores y el “qué cosa” sea necesario hacer,
para serlo verdaderamente al servicio de los hermanos.
Un mundo
descristianizado necesita de una nueva evangelización, pero una nueva
evangelización exige Sacerdotes “nuevos”, pero no en el sentido del impulso superficial
de una efímera moda pasajera, sino con un corazón profundamente renovado por
cada Santa Misa; renovado según la medida del amor del Sagrado Corazón de Jesús,
Sacerdote y Buen Pastor.
Particularmente
urgente es la conversión del ruido al silencio, de la preocupación por el “hacer”
al “estar” con Jesús, participando cada vez más conscientemente de Su ser.
¡Cada acción pastoral tiene que ser siempre eco y dilatación de lo que el
Sacerdote es!
Tenemos
que convertirnos a la comunión, redescubriendo lo que realmente significa:
comunión con Dios y con la Iglesia, y, en ella, con los hermanos. La comunión
eclesial se caracteriza fundamentalmente por la conciencia renovada y
experimentada de vivir y anunciar la misma Doctrina, la misma Tradición, la
misma historia de santidad y, por lo tanto, la misma Iglesia. Estamos llamados
a vivir la Cuaresma con un profundo sentido eclesial, redescubriendo la belleza
de estar en una comunidad en éxodo, que incluye a todo el Orden sacerdotal y a toda
nuestra gente, que mira a los propios Pastores como a un modelo de segura
referencia y espera de ellos un renovado y luminoso testimonio.
Tenemos que
convertirnos a la participación cotidiana del Sacrificio de Cristo sobre la
Cruz. Así como Él dijo y realizó perfectamente aquella sustitución vicaría, que
ha hecho posible y eficaz nuestra Salvación, así cada sacerdote, alter Christus, es llamado, como los
grandes santos, a vivir en primera persona el misterio de tal sustitución, al
servicio de los hermanos, sobre todo en la fiel celebración del Sacramento de
la Reconciliación, buscándolo para sí mismos y ofreciéndolo generosamente a los
hermanos, juntamente con la dirección espiritual, y con la oferta cotidiana de
la propia vida en reparación por los pecados del mundo. Sacerdotes serenamente
penitentes delante del Santísimo Sacramento, que capaces de llevar la luz de la
sabiduría evangélica y eclesial en las circunstancias contemporáneas, que
parecen desafiar nuestra fe, se vuelvan en realidad auténticos profetas,
capaces, a su vez, de lanzar al mundo el único desafío auténtico: el desafío
del Evangelio, que llama a la conversión.
A veces,
la fatiga es verdaderamente grande y experimentamos ser pocos, con respecto a
las necesidades de la Iglesia. Pero, si no nos convertimos, seremos cada vez
menos, porque sólo un sacerdote renovado, convertido, “nuevo” se convierte en instrumento
eficaz, a través del cual, el Espíritu llama a nuevos sacerdotes.
Confiamos
este camino cuaresmal, a la Bienaventurada Virgen María, Reina de los
Apóstoles, suplicando a la Divina Misericordia, que sobre el modelo de la Madre
celeste, nuestro corazón sacerdotal se vuelva también “Refugium peccatorum”.